viernes, 28 de octubre de 2022

Un gran tesoro


 


 

                                                          -I-

                                                 Diez citas

 

1.“Son coeur est un luth supendu: sitôt qu´on le touche il résonne”(1)

2.“El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista   

     es la finalidad del arte”

3.“Jorge Duroy salió del restaurante tras recibir de manos de la cajera la  

     vuelta de sus cinco francos…Una vez en la acera, Duroy permaneció un

     instante inmóvil preguntándose qué haría. Se encontraba a 28 de junio y

     solamente le quedaban tres francos con cuarenta céntimos en el bolosillo

     hasta final de mes. Esto representaba dos cenas sin almuerzos o dos

     almuerzos sin cena”

4.“Acabo de visitar al propietario de la casa donde tengo mi domicilio, el  

     único vecino que vendrá a turbar mi soledad…Y precisamente, el señor   

     Heathcliff y yo somos un par de solitarios de temperamento muy

     adecuado para vivir en esta región desierta”

5.“Durante la guerra federal de los Estados Unidos, se estableció en

      Baltimore, ciudad del Estado de Maryland, una nueva sociedad de

      mucha influencia…Simples comerciantes y tenderos abandonaron su

      despacho y su mostrador para improvisarse capitanes, coroneles y hasta

      generales sin haber visto las escuelas de West Point”

6. “En el centro de la habitación, sujeto sobre un recto caballete, estaba el

      retrato en tamaño natural de un joven de extraordinaria belleza”

7.“A lo largo de todo un pesado, sombrío, sordo día otoñal, cuando las

     nubes se ciernen agobiosamente bajas en el cielo, yo había ido cruzando,

     solo, a caballo, por un terreno singularmente lóbrego de la campiña. Y,

     al fin me hallé, cuando las sombras de la tarde iban cayendo, a la vista de

     la melancólica mansión de los Usher”

8.“Me entretuve en derredor de aquellas tres tumbas, bajo la bóveda celeste

     plateada, acariciado por la suave brisa que difundía aromas por el  

     campo. Medité entonces el hecho extraño de que pudiera haber quien

     atribuyera un descanso inquieto a los que dormían su sueño eterno en

     aquella tierra tan sagrada y tranquila”

9.“Las condiciones mentales que suelen juzgarse como analíticas son, en sí

      mismas, muy difíciles de analizar…Un caso espeluznante y

      tremendamente difícil de resolver, llevan al joven Auguste Dupin a

      mostrar sus increíbles facultades detectivescas, su gran mente

      deductiva y analítica”

10.“Al entrar encontraron, colgado de la pared, un espléndido retrato de su

        amo, tal como lo habían visto últimamente, en toda la maravilla de su

        exquisita juventud y de su belleza. Tendido sobre el suelo había un

        hombre muerto…Estaba ajado, lleno de arrugas y su cara era

        repugnante…”

 

(1) “Su corazón es un laúd suspendido: apenas lo tocan resuena”

 

 

 


                                                      -II-

                                       Mi tesoro

 

Mis padres alquilaron la casa al final del verano. Era una casa típica de pueblo extremeño, con dos plantas. Abajo, las habitaciones a ambos lados de un largo pasillo que daba al corral, donde se encontraban la cocina y la cuadra. En la segunda planta, había dos estancias, una a cada lado de la escalera. la de la derecha era el típico sobrado dedicado a almacén de paja y piensos para los animales. La de la izquierda, servía de trastero. En ella se amontonaban toda clase de cachivaches y objetos varios ya inservibles. Yo tenía dieciséis años y estaba estudiando el bachillerato en la ciudad.

                          

No llevábamos ni un año viviendo en la casa cuando llegué a primeros de julio con las vacaciones de verano. Tenía por delante tres largos meses para disfrutar de la libertad que da el pueblo. Una mañana, después de desayunar, subí a la planta superior a curiosear. Allí había de todo: trastos viejos, aperos de labranza, juguetes rotos, muebles desechados...Y entre todo aquello, me llamó la atención una caja de cartón atada con una cuerda de pita.

La estuve mirando largo rato hasta que no pude resistir más la tentación y decidí abrirla. Desaté la cuerda muy despacio, abrí las solapas y allí estaban ante mí. Eran libros, sólo libros. Pero en ese momento de mi vida, ninguna otra cosa me habría producido tanta alegría como el hallazgo de estos libros ya que una de mis mayores pasiones por esa época era la lectura. Y, en contra de lo que ocurre en la actualidad, por entonces, el acceso a los libros de lectura no era tan fácil, al menos para una familia de clase humilde como era la mía. Hasta el colegio religioso donde estudiaba, aunque pueda parecer mentira, carecía de biblioteca.

 

Comencé a sacarlos de la caja con mucho cuidado, como si de un material frágil se tratara. A cada uno de ellos les fui limpiando el polvo acumulado sobre sus tapas, mientras leía el título y el nombre

del autor. Luego los acariciaba como si de objetos animados se tratase. Eran en concreto seis libros y, desde ese mismo momento, me prometí a mí mismo leerlos todos, uno por uno, página a página, línea a línea. Y así fue. Ellos fueron mis primeros libros y, tal vez por eso, quedaron tan grabados en mi memoria y en mi alma que, a pesar de que luego he leído mucho a lo largo de mi vida, nunca me encontré con un libro que me hiciera vibrar con su lectura como me hicieron vibrar aquellos seis ejemplares. Ningún otro libro ha llenado mi ser de tantas emociones, de tantos sentimientos como entonces. Y es que aquellos seis libros fueron y son mi tesoro porque aún los conservo casi todos (me los regaló amablemente la dueña de la casa).Y de vez en cuando los releo para recordar que hubo un tiempo ya lejano en que la felicidad para mí consistía en leer, en sumergirme en historias mágicas y maravillosas que me hacían soñar con otros mundos.


He aquí las piezas de aquel tesoro. Es posible que hayáis leído alguno de ellos o tal vez todos. Y hasta puede que alguno no os parezca gran cosa. Pero para mí, desde ese mismo instante, no hubo ya libros como estos:

 

                                                   

1.Bel Ami - Guy de Maupassant (Ed. Círculo de Lectores-1970)

 

 -Desde la primera página ya empezó a caerme simpático este tipo. Era tal su desfachatez, sus ganas de comerse el mundo, que no se paraba en mientes y no existía obstáculos por difíciles o delicados que fueran que le impidieran seguir su camino hacia la gloria.

  Aprovechando y jugando bien sus mejores cartas como eran la elegancia en el trato o su imponente físico, consiguió ascender peldaños hasta alcanzar la deseada cima que se propuso.

  Jorge Duroy (Bel Ami)  fue, para mis 15 años, un héroe. Un vividor, un pillo, todo lo que yo soñaba ser algún día, aunque sabía con certeza que yo nunca sería capaz de actuar como él pues me faltaban todas sus cualidades, desde el físico al descaro, desde el don de gentes hasta la elocuencia. Aún así, soñaba en ser algún día como Jorge Duroy.

 

  “Es esta una novela extraña y sorprendente, de esas obras que se leen con interés, con agrado y hasta con entusiasmo y admiración. Pese a los años que cayeron sobre ella (editada como folletín en 1885), continua tan fresca y lozana como el primer día”

(Cita 3)



2. Cumbres borrascosas-Emily Bronte (Ed. Rodgar-Barcelona-1969)

 

  -Ya en las primeras páginas de esta novela única y maravillosa, me enamoré yo de Catalina Earnshaw, de Catalina Linton, de Catalina Heathcliff…Tres apellidos y una sola mujer. Una mujer dura y romántica a la vez, como  la novela. Delicada y fuerte como el páramo donde habitaba. Su vida y andanzas me llegaron a lo más profundo de mi alma sedienta de sensaciones. La novela me atrapó desde la primera página y ya no pude dejar de leer.

Bendita señora Dean que se prestó a contar toda la historia a su recién llegado inquilino, el señor Lockwood, hombre solitario pero tan curioso que no paró hasta conocer todos los entresijos de las dos familias vecina que habitaron tiempo atrás el solitario  páramo de la campiña inglesa.

Cumbres borrascosas es la única novela que escribió su autora, Emily Bronte. Pero, a pesar de ello, es una obra maestra reconocida en todo el mundo y traducida a casi todos los idiomas que existen.

(Citas 4 y 8)

 


3.De la Tierra a la Luna-Julio Verne (Ed.Libra S.A.-1970)

 

    -Todo empezó en el Gum-Club, un club de hombres emprendedores, decididos y capaces, si se lo proponían, de alcanzar la Luna, como así fue.

Cálculos casi exactos, actividad febril e infinita sed de aventuras hicieron de esta hazaña un portento de imaginación y sabiduría por parte del autor, Julio Verne, consagrado ya cuando escribió esta epopeya de navegantes estelares.

El regreso de tamaña aventura supuso uno de los finales más emocionantes de la literatura de todos los tiempos.

 (Cita 5)



4. El retrato de Dorian Gray-Oscar Wilde (Ed. Salvat RTV-1970)

 

La lectura de El retrato de Dorian Gray me produjo, al comienzo del libro, una mezcla de sensaciones entre las que se pueden citar la envidia, la pasión por la juventud y la belleza o el deseo vehemente de poseer la elegancia y la cultura de los personajes retratados por el gran Oscar Wilde. Pero, a medida que avanzaba por sus páginas, fui cambiando de parecer y comencé a entender que todo aquello que no sea vivir en tu propia piel las distintas etapas de la vida, las buenas y las no tan buenas, es una aberración que nunca nos permitirá ser felices, como tampoco se lo permitió al protagonista de la novela que terminó suplicando volver al estado normal que debería tener de acuerdo con su edad. La belleza y la eterna juventud terminaron por matarlo ya que ambas cosas vividas eternamente es algo insoportable para cualquier mortal.
(Citas 2,6 y 10)

 


5. Narraciones extraordinarias-Edgar Allan Poe (Ed. Salvat RTV-1969)

 

Edgar Allan Poe me deslumbró. Sus Narraciones Extraordinarias lo son de verdad pues ellas me hicieron sentir auténtico miedo en “La caída de la casa Usher”, intriga y ansiedad en “Los asesinatos de la Rue Morgue”, angustia  en “El pozo y el péndulo”, tensión en “El corazón delator”…Todo un compendio de emociones variadas que pocos libros han conseguido producir en mí.

(Citas 1,7 y 9)


 

6. Los Organillos (Les pianes mecaniques)-Henry Francois Rey-(Ed. GP. Libros Reno-1969)

 

De este ejemplar no hay ninguna cita porque se extravió y no lo recuperé, pero sí que conservo sensaciones inolvidables de su lectura. Su protagonista, Vincent, viaja desde el sur de Francia a la Costa Brava para pasar una temporada en Caleya. Y ya durante el viaje en coche se respira la libertad y el desparpajo que serán ya la constante a lo largo de la novela. Las fiestas, los romances, las pasiones conforman un relato inolvidable. Con mi mirada de adolescente consideré esta novela como una joya por todas sus licencias que, en aquella época de pleno franquismo, estaban tildadas de libertinajes.

Como en otras muchas ocasiones, terminé enamorado de la protagonista, Jenny. Una mujer liberal y divertida pero también inteligente y culta, romántica y profunda. Lo tenía todo.

 

                                                                               

martes, 15 de marzo de 2022

EL POZO

 




                                                      - I -

Aquel  no era un  pozo corriente, estaba incrustado en una pared.

Al parecer, antiguamente, el pozo estaba situado en el centro del patio de una gran mansión, pero un día,  la finca fue repartida entre dos herederos y, para que ambos disfrutaran del pozo, el muro de separación de las nuevas viviendas se trazó justo por donde éste estaba, quedando así medio brocal para cada vivienda pero un pozo completo para las dos. Ambas viviendas llevaban muchos años desocupadas cuando mis padres alquilaron una de ellas.

Tendría yo por entonces unos siete años. Como no tenía hermanos  con quien jugar, en las tardes de verano me entretenía observando a los pájaros que se posaban en el parral o a las hormigas que, en interminables hileras, viajaban de un extremo al otro del patio transportando sus cargas. Pero mi entretenimiento favorito era el pozo. A él me asomaba durante horas enteras y dejaba volar mi imaginación. A menudo soñaba que una sirena de rubios cabellos surgía de las oscuras aguas y llegaba hasta mí para besarme. Otras veces, imaginaba que el pozo estaba habitado por hadas y por duendes que vivían allí, bajo las negras aguas, y que sólo salían a la superficie en las noches de luna llena.

Cuando me cansaba de imaginar, pasaba a la acción. Y entonces lo que hacía era arrojar a su interior hojas del limonero por ver si flotaban o ramitas y semillas. Pero lo más divertido era echar al pozo hormigas o saltamontes para comprobar si sabían nadar.

Así se  me iban las horas, sobre todo en las largas siestas del caluroso verano.

Un lunes por la tarde de principios de septiembre, recién comenzado el curso escolar, estaba yo coloreando unos dibujos a la sombra del parral cuando me pareció escuchar voces de niños. Era una especie de conversación en voz muy baja, como un murmullo apenas perceptible. Dejé lo que estaba haciendo y me quedé escuchando.

El murmullo dejó de oírse y en seguida pensé que me lo había imaginado. Pero no pasaron ni dos segundos cuando volví a oírlo de nuevo y, esta vez, con mayor claridad. Me asusté porque nunca antes había oído nada semejante en los dos años que llevaba viviendo en esta casa. Y, sobre todo, me asusté porque el murmullo de voces procedía del pozo.

Armándome de valor, me levanté de donde estaba y me fui para el pozo. Con mucha prudencia y, por qué negarlo, con mucho miedo, me fui asomando poco a poco al brocal, con cautela.

Al principio no vi nada, sólo la negra oscuridad. Pero cuando llevaba unos segundos mirando, de repente, en un momento en que el sol salió de detrás de una nube e iluminó el pozo, pude distinguir allá abajo, frente a la imagen reflejada de mi propia cara, otra cara, la de una niña de rubios cabellos. Con un grito, me aparté del pozo. Mi corazón latía a velocidad de vértigo mientras corría a refugiarme en el interior de la vivienda.

Poco a poco me fui calmando a la vez que buscaba una explicación lógica a lo sucedido. Y llegué a la conclusión de que la cara que vi en el fondo, así como las voces que escuché, no podían ser otra cosa que producto de mi calenturienta imaginación. Cuando me tranquilicé con este argumento, volví al pozo. Me asomé de nuevo y, en efecto, esta vez no vi nada, tan solo mi imagen reflejada en el agua. No obstante, esa noche soñé con todo tipo de fantasmas que, saliendo del pozo, poblaban el patio.

Al día siguiente, lo primero que hice al volver del colegio  fue correr hacia el pozo. Me asomé, escudriñé sus aguas y hasta lancé alguna piedra, pero nada. Agucé el oído y tampoco hubo novedad. Resignado desistí y di ya definitivamente por sentado que lo ocurrido el día anterior sólo había sido producto de mi encendida imaginación.

Después de comer, a la hora de la siesta, me senté bajo el parral a hacer los deberes de matemáticas. Siempre los hacía los primeros para quitármelos de encima cuanto antes, nunca me gustaron las matemáticas.

No había pasado de la segunda cuenta de multiplicar cuando, de nuevo, creí escuchar las voces del día anterior. Me quedé petrificado y escuché con todos mis sentidos. Las voces ahora llegaban claras, nítidas. Más claras que las del día anterior y, al igual que entonces, procedían del pozo. Eran voces infantiles, como de niños pequeñas y casi podía entender lo que decían.

Con el corazón encogido, me levanté y me fui para el pozo. Lentamente me asomé y esta vez no tuve duda, allá abajo, en el espejo del agua, había un rostro de niña que me miraba con los ojos muy abiertos y con una sonrisa en los labios. Era la misma niña de ayer, no había duda. De forma impulsiva, me retiré del brocal pero mi curiosidad podía ya más que mi miedo. Volví a asomarme y esta vez no vi una cara, sino dos. Ambas estaban con las cabezas juntas, sus siluetas frente a la mía, mirándome curiosas mientras me sonreían. Eran muy parecidas, casi iguales. No podía dejar de mirarlas.

Sin saber muy bien por qué, me sentí en la necesidad de decir algo.

De mi garganta salió un tímido hola e inmediatamente, las entrañas del pozo me devolvieron mi hola amplificado, tanto que me asusté más aún de lo que ya estaba. Aparte del eco, no obtuve otra respuesta. Pero ellas seguían allí, mirándome fijamente.

Probé de nuevo:

-¡Hola! Me llamo David. ¿Quiénes sois vosotras?

Y, por toda respuesta, sonaron unas risas entre metálicas y chillonas que me dejaron petrificado. A continuación, una mano menuda y blanca se elevó desde el agua y avanzó hacia mí. La veía claramente y sentí que me alcanzaba. Di un salto hacia atrás y me separé del pozo a la vez que  un grito se escapaba de mi garganta. Enseguida acudió mi madre:

-¿Qué pasa David?

-Mamá, hay dos niñas en el pozo…

-¿Cómo?

-Sí, dos niñas iguales que se ríen y me quieren llevar con ellas.

-Ya. Dos niñas, ¿eh?...Tienes una imaginación desbordante, eso es lo que te ocurre a ti. Te prohíbo que vuelvas a asomarte al pozo, ¿me oyes?.

Y cogiéndome de la mano me metió en casa.

Me quedé muy preocupado. Aquello no podía ser producto de mi imaginación solamente, ya había sucedido dos veces. Yo había visto sus caras y había oído sus risas. Eran reales.

A la hora de la cena y, para mi sorpresa, mi madre me dijo:

-¿Sabes David? Por una vez tienes razón. Lo que me contaste esta tarde en el patio resulta que es verdad. La casa de al lado está habitada desde hace dos días por una familia que ha venido de Madrid para vivir aquí, en el pueblo. Es un matrimonio con un hijo pequeño, de tu edad más o menos y lo que viste en el pozo fue su cara reflejada en el agua…

-¿Un niño? ¡Querrás decir dos niñas…!

-No David, no vuelvas a las andadas. Sólo tienen un niño, como nosotros, y ningún hijo ni hija más.

-Pues yo vi a dos niñas…

-Bueno, es posible que el reflejo te engañara al moverse el agua y en vez de uno vieras dos niños, pero de ninguna manera pueden ser niñas porque he estado hablando con ellos y me han dicho que sólo tienen un hijo…

Mi madre dio la conversación por terminada pero yo no me quedé tranquilo, esta vez estaba seguro de lo que había visto y oído.                                

Durante el resto de la semana, apenas me acerqué al pozo. Fue el sábado por la mañana, estando yo leyendo comics en el patio, cuando me pareció escuchar algo parecido al sonido de un objeto que chocaba con el agua. Me levanté y caminé hacia el pozo con preocupación por si aparecía mi madre.

Antes de llegar hasta él volví a escuchar el mismo sonido. Era una especie de “chop”. Me asomé y vi una cabecita reflejada en el agua al tiempo que se oía otro “chop”. Esta vez se trataba de un niño. Era el hijo de los nuevos vecinos, sin duda.

-¡Hola! Soy David, ¿quién eres tú?

-¡Hola! Me llamo Javi y vivo aquí.

-¿Cuándo has llegado?

-Hace una semana, más o menos.

-¿Tienes hermanas…?

-No. Soy solo.

En ese momento oí la voz de su madre que lo llamaba para comer…

-Adiós, me llaman.

-Adiós, Javi.

Me quedé allí un rato más, mirando a lo hondo por ver si había algún rastro de las niñas, pero nada.


                                                  - II -

El trimestre pasó volando y llegaron las vacaciones de Navidad.

En todo ese tiempo, apenas me asomé al pozo y, por supuesto, no volví a tener noticias de mis amigas imaginarias.

Javi, el nuevo vecino, y yo, nos hicimos buenos amigos. Se venía a mi casa y nos pasábamos las tardes jugando. Otras veces, era yo el que iba a la suya.

Una tarde en que había sido invitado por su madre a merendar, ésta nos dijo de improviso:

-No me gusta que os acerquéis al pozo, es peligroso.

-¿Por qué? –pregunté yo con intención.

-Pues porque os podéis caer dentro y ahogaros.

-Eso es imposible. Yo me he asomado a él muchas veces y nunca me he caído –dije.

-Ya. Pero no es imposible. De hecho, ya ocurrió una vez.

-¿Ah, sí? Y, ¿qué pasó? –mi curiosidad se disparó.

-Bueno, aunque es una historia muy triste, os la voy a contar para que no olvidéis nunca lo peligroso que puede llegar a ser el pozo y para que no os acerquéis a él.

Y comenzó su relato. Tanto Javi como yo, nos dispusimos a escucharla con la máxima atención. Sobre todo yo.

-"Esto que os voy a contar ocurrió hace muchos años, cuando mi esposo, el padre de Javi, que también se llama Javier, era un niño como vosotros. Yo me sé la historia porque me la ha contado él. Vivía con sus padres en esta casa que por entonces era mucho más grande que ahora, pues ocupaba lo que es ahora tu casa y la nuestra juntas. El pozo estaba en el medio del patio ya que aún no se había construido la pared de separación de ambas viviendas.

Pues veréis, Javier tenía dos hermanas pequeñas que eran gemelas…"

Al oír lo de las gemelas, tragué saliva y comencé a sentir que me ponía lívido.

"…Una tarde de verano, los padres de Javier tuvieron que ausentarse y lo quedaron a él al cuidado de las gemelas. Pero, al rato de marcharse los padres, llegaron  unos amigos y lo invitaron a jugar un partido de fútbol en la calle. Y, aunque les dijo que no podía salir a jugar  con ellos, al final lo convencieron y dejó a las gemelas solas en el patio. Estuvo jugando un rato y luego se despidió diciendo que no podía estar más tiempo , que tenía que cuidar de sus hermanas. Cuando regresó, las niñas no estaban en el patio. Las llamó preocupado y las buscó por toda la casa sin encontrarlas. Por último, se asomó al pozo temblando de miedo y ahí, flotando en sus negras aguas, estaban las dos. Salió a la calle desesperado a pedir ayuda pero ya era tarde, las gemelas se habían ahogado. Desde ese día y a pesar de que ha pasado mucho tiempo, Javier sigue teniendo pesadillas por la noche y sigue llamándolas a voces mientras duerme…"

La galleta que tenía en la mano se me cayó. Un miedo atroz se apoderó de mí y ya no pude articular palabra. Salí corriendo de allí y llegué a mi casa sofocado. Ahora sabía por fin que mis visiones de aquellos días no habían sido sólo producto de mi imaginación. Que ellas, las gemelas, o mejor, sus espíritus, seguían allí, en el fondo del pozo. Y al sentir la presencia de su hermano en la casa, habían vuelto. Todo encajaba.

Ahora, el que no podía dormir por las noches era yo. Y, sin poder evitarlo, cada noche terminaba en el patio, asomado al pozo donde permanecía hasta bien entrada la madrugada escuchando sus susurros que habían vuelto a oírse claros y nítidos.

Les preguntaba por qué habían vuelto, qué es lo que querían y ellas, entre risas, me susurraban cada noche con sonidos que venían del más allá:

-“Esperamos”

_Y ¿qué esperáis?

-“Es nuestro secreto” “Esperamos”

Y fue una noche muy fría de finales de diciembre, con la luna llena en todo su esplendor cuando, al asomarme al pozo, ya no las vi ni las oí. En su lugar pude distinguir flotando sobre las aguas algo blanco que no logré identificar pero que me causó un gran desasosiego. Volví a la cama, pero esa noche no conseguí dormirme hasta casi la llegada del alba.

Por la mañana, me desperté sobresaltado. Había mucho ruido de voces en la calle. El alboroto venía de la casa de Javi. Gente que entraba y salía y un ruido lejano, lastimoso, como de llanto.

Me levanté y pregunté a mi madre por el motivo de tanto alboroto, sólo para que me confirmara lo que yo ya sospechaba:

-Mamá, ¿qué pasa?

-Una desgracia, hijo. Que el padre de Javi se ha tirado al pozo y se ha ahogado.

No me cogió de sorpresa, ya lo vi en la madrugada, aunque no quise verlo. Y supe también en ese mismo momento que era eso precisamente lo que esperaban las gemelas, vengarse del hermano que un día las abandonó a su suerte. Y supe, igualmente, con toda certeza, que ya nunca más volvería a verlas ni a oírlas en el interior del pozo. Y una especie de pena nostálgica se apoderó de mi inocente alma infantil.

Aún hoy, a mis cincuenta años, aquí en la ciudad donde vivo, lejos   del pueblo, recuerdo con cierta ternura las noches de luna llena de mi infancia hablando con las hermanas gemelas que, durante unos meses, habitaron aquel pozo que no era un pozo corriente.

 

                                                          

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 11 de julio de 2021

Soy un robot

                                                       



Llegué a su blog por casualidad una madrugada en que me sentía tan solo que necesitaba el calor, aunque fuera virtual, de un alma sensible que me hiciera compañía.


Su última entrada hablaba de nubes y de sueños, de vuelos e ilusiones y me atrapó. Era un poema de versos libres como el viento, un poema luminoso que me animó al instante a dejarle un comentario acorde con su belleza..Y me esforcé para que así fuera. Le decía que volar es algo que deberíamos hacer a menudo para no echar demasiadas raíces en  la tierra. Que soñar debería estar recomendado por el médico de cabecera para escapar de la dura realidad cotidiana, esa que mina poco a poco nuestra salud. Y que amar intensamente debería ser el objetivo, la única meta importante para todos en la vida.

 

Al terminar lo leí y, totalmente satisfecho de lo que había escrito, pulsé con la flechita del ratón las palabras mágicas "publicar comentario".Pero, ¡oh, sorpresa!.Me salió un cartelito con letras negras y números debajo del cual decía: "Demuestra que no eres un robot".


Y me esforcé de nuevo, dios sabe que me esforcé por interpretar y copiar ese galimatías de letras y números. Pero no sé si fue por el cansancio o porque a esas altas horas de la noche me falla la vista más que de costumbre, el caso es que tras varios intentos no conseguí transcribir lo que allí aparecía y eso que a cada intento se cambiaban las letras y los números. Así que, con un gran pesar, abandoné la tarea mandando así mi inspirado comentario a dormir el sueño de los justos al limbo virtual. Y esa noche me fui a la cama convencido de dos cosas: de que la autora del blog no deseaba recibir comentarios, de ahí la activación de la odiosa prueba y de que yo, al no conseguir superarla, me había convertido automáticamente en un robot. Me fui a la cama deprimido pero con la esperanza de que por la mañana todas estas preocupaciones habrían desaparecido.
                           


Sin embargo, no fue así. Me levanté con  dolor de cabeza y no paraba de darle vueltas a lo ocurrido la noche anterior.

Salí a la calle a buscar consuelo y un amigo filósofo me dijo que no me preocupara demasiado, que en el fondo todos somos robots, aunque superemos ciertas pruebas. Que todos nos movemos en la misma dirección y que, aquel que no lo hace, ya nos encargamos nosotros de que dé la vuelta y nos siga. Que todos seguimos a nuestros líderes políticos aunque estos nos maltraten. Que todos seguimos a nuestros líderes espirituales, aunque estos nos engañen. Que todos nos ponemos en fila india a diario, como obedientes corderitos, para todo: para sacar dinero del banco, para cobrar el paro, para salir de la ciudad cuando nos vamos de vacaciones, para entrar al regreso de las mismas, incluso para dar nuestro voto generoso a quienes luego van a pisotear nuestros derechos...para todo. Y que jamás protestamos porque en nuestras naturalezas de robots habita el conformismo y nos han programado para aceptar todo lo que viene de arriba, de quienes mandan.


 Ahora resulta que no era yo solo el robot, sino que vivía en un mundo robotizado. Pero ese hecho no me tranquilizó, al contrario, tras las palabras de mi amigo, me entró el pánico y caí en una profunda depresión de la que a día de hoy no me he recuperado aún. Deambulo por las calles con los brazos caídos y la mirada perdida, fija en un punto indefinido del horizonte, como un auténtico robot. Mientras, me cruzo con los otros robots que con los mismos gestos que yo caminan a sus quehaceres impuestos por los que manejan nuestras almas de robots y esperando a que algún día sus corazones humanos se enternezcan y nos salven de esta vida tan automatizada y tan injusta.


Por cierto, si llegáis a un blog y os encontráis con esos tétricos cartelitos, no hagáis mucho caso si no sois capaces de resolverlos. En el fondo solo son códigos inventadas por los humanos para hacernos creer que nosotros también lo somos. Pero creedme, yo bien lo sé, los resolváis o no, todos seguiremos siendo unos simples y vulgares robots perfectamente programados para obedecer y sufrir en silencio.