Fotograma de "El cartero siempre llama dos veces" (1981) con
Jack Nicholson y Jessica Lange como protagonistas.
Al bajar del taxi, la emoción le
embargaba y no podía sujetar los latidos de su corazón. Habían pasado dos
largos años desde la última vez que estuvo en casa y se moría de ganas de
abrazar a su joven esposa. La vida en el ejército había sido muy dura para él. Pero
ya acabó todo. Un inoportuno atentado talibán había terminado con su carrera
militar y lo había devuelto a la vida civil.
Cuando estuvo ante la puerta, pulsó el timbre con impaciencia.
La puerta se abrió enseguida, no
hizo falta volver a llamar.
Y allí, delante de su excitado
cuerpo, apareció ella. Radiante, hermosa. Entró. Arrojó su equipaje en
cualquier parte y se abrazó a ella con toda la fuerza que había ido acumulando
en estos dos años sin verla. Y así, abrazados, y con sus labios sellando los de
ella, avanzaron por el pasillo camino del dormitorio.
Pero al llegar a la puerta de la habitación, se paró en seco.
La noche anterior a la partida, allá
en Afganistán, les proyectaron la película "El cartero siempre llama dos
veces",la de Jack Nicholson y Jessica Lange. Y, aunque ya la había visto
antes, volvió a quedar impresionado por la famosa escena de amor sobre la mesa
de la cocina. Y recordó que le había dicho al compañero que tenía al lado:
-Lo primero que haré cuando llegue a casa será hacerle el amor a mi chica igual que Nicholson, sobre la mesa de la cocina.
Y hacia allí la empujó sin poder separar sus labios de los de ella que, por cierto, ni tiempo había tenido para decir esta boca es mía.
Entraron en la cocina. Él se
separó de ella un segundo y se dirigió a la mesa que estaba llena de platos ,tazas,
vasos y cubiertos. De un manotazo, lo arrojó todo al suelo con gran estrépito
y, cogiendo de nuevo a su chica por la cintura, la subió a la mesa y la tendió
sobre ella todo lo larga que era.
A continuación, y con la rapidez
del rayo, se quitó los pantalones y los arrojó a lo más alto del frigorífico
tirando al suelo un jarrón de porcelana que se hizo añicos. Acto seguido y de
un ágil salto, se encaramó a la mesa aterrizando sobre el cuerpo, algo
magullado ya, de su amada. Y entonces ocurrió algo inesperado. La mesa comenzó
a crujir. Primero se movió hacia un lado. Luego hacia el otro. Y al final
terminó haciendo el mismo ruido que hacen los troncos de los árboles al
troncharse por efecto de la sierra. Rotas y desencajadas las patas, la mesa
terminó cayendo al suelo de la cocina con un golpe seco y arrastrando con ella
a los dos amantes. El gato, capado y sobrado de kilos, que acostumbraba a
dormitar bajo la mesa, tuvo el tiempo justo de salir por patas y encaramarse
sobre el fregadero desde donde observaba la escena con los ojos como platos sin
comprender muy bien qué estaba pasando.
Él, algo frustrado pero aún encima de ella, la miró con atención por primera vez y, en ese mismo momento, palideció y deseó que se lo tragara la tierra...Y como en una película a cámara rápida, volvió a pasar por su cabeza toda la escena del desgraciado atentado que lo había dejado casi ciego y que, según los médicos que lo trataron, le había afectado también al cerebro, sobre todo a la parte donde reside la facultad de la memoria. Desde ese día, tiene lagunas importantes y olvidos imperdonables.
Sólo acertó a decir "perdón" con un hilo de voz apenas perceptible mientras se apartaba de ella para buscar sus pantalones. Mientras tanto ella, con los ojos muy abiertos, lo miraba sin ser capaz de articular palabra.
Mientras se ponía los pantalones lo comprendió todo. Y recordó que un mes atrás su mujer le había escrito una carta diciéndole que se iba a vivir con su madre porque se sentía muy sola en esta casa que habían alquilado nada más casarse. Y fue entonces y solo entonces cuando comprendió que esta ya no era su casa. Y que la mujer que seguía despatarrada en el suelo de la cocina mirándolo incrédula entre trozos de vajilla de porcelana fina y de madera tronchada, no era su mujer sino alguien que no había visto en la vida.
Acababa de ponerse los pantalones cuando sonó un portazo y, a continuación, una voz de hombre que con entusiasmo gritaba:
-¡Cariño, ya estoy en casa...!
Marzo-2013
¡¡Dios Mio!!
ResponderEliminarPobre hombre, la que le espera ahora. ¿Cómo explica lo sucedido.
Maravillosa historia y muy bien escrita.
mariarosa
Sí,lo tiene difícil,la verdad. Esperemos que le ayuden las medallas por héroe de guerra...:)
ResponderEliminarGracias Mª Rosa. Un abrazo
Un relato muy interessante. Las consequências de ver un filme lo k puedem hacer.
ResponderEliminarSi, entedi bién, o hombre estava perturbado do cérebro e quase cego, devido a guerra, portanto, su esposa deverá perdoar sus atos.
Abrazo y Páscuas felizes.
Sí,el hombre no andaba muy bien,pero el asunto no es si lo perdona o no su esposa,el asunto es si lo va a perdonar el que acaba de entrar por la puerta :)
EliminarGracias Céu por dejar tu opinión.
Abrazos
me ha impactado tu texto
ResponderEliminarUno de tus mejores desafíos
Gracias Mucha,celebro que te haya gustado.
EliminarAmeno e interesante, con todos los condimentos de un buen relato. Salud.
ResponderEliminarGracias Julio.Perdón por la tardanza en contestar.
EliminarSaludos
Vaya lío, ¿cómo saldrá de él?
ResponderEliminarPues no lo tiene nada fácil,no.
EliminarGracias por pasarte,Boris.
¡Que situación tan escabrosa Dios mío! ¿como reaccionará el hombre que acaba de entrar con tanto entusiasmo?
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